Una hermana de la Hermandad participando en la eucaristía del encuentro de peregrinos de Tierra Santa |
Los cristianos, como si fueran roedores de alcantarilla, son perseguidos con saña por quienes ven, en la cruz y en su significado, el azote de la verdad que puede demoler el fraude de un fanatismo destructor del hombre.
Lo terrible es que las víctimas no tienen a nadie que pueda defender su fragilidad en tierras hostiles a una fe que sostiene sus pilares en el cemento del amor.
Entre los perseguidos, que no son más que invisibles fantasmas que recorren las rúas del terror, se encuentran unos seres tan especiales que viven para llevar a cabo la gran misión de la fe en tierras extrañas. Los misioneros han encontrado, en esas cofradías del dolor, las procesiones de la verdad, que llevan, en hombros de la miseria, al Cristo de nuestros días.
Quedémonos en silencio. Un silencio total que haga ruido en los adentros, hasta que oigamos nuestro nombre en quienes buscan refugio en cualquier parte del mundo, en cualquier alambrada que coarte el hambre de libertad de quienes sufren persecución por sus creencias.
¿Y todo esto tiene que ver algo con el mundo cofrade? ¿Va con nuestra esencia recordar permanentemente a quienes sufren por Cristo el acoso brutal de la sin razón de este tiempo?
Las respuestas a estas preguntas deben brotar del corazón cristiano, que nos obliga, cuando menos, a merodear por los entornos de la pasión de nuestro tiempo, hasta que irradiemos en el alma la verdadera razón de nuestra existencia.
En el compromiso de las cofradías que representan cada año la Pasión del Señor en las calles, debe caber la mirada hacia el escenario donde se llevó a cabo la salvación del hombre; debe caber cierta obligación con quienes viven la tragedia de ser cristianos en las tierras de Jesús.
Por supuesto que muchas cofradías, por las distintas provincias de España, recogen donativos para Tierra Santa, como se hace en todas las iglesias del mundo, pero son muchas, muchísimas, las que todavía no han caído en la cuenta (lo dice el Papa) de que el problema de los cristianos de Tierra Santa debe ser el problema de todos los cristianos del mundo.
Cuando recordamos la Vía Dolorosa en nuestros recorridos callejeros, es posible abrir en la memoria la geografía que mantiene vivas las huellas de Cristo y ver a nuestros hermanos sufriendo las consecuencias de seguir sus huellas, mientras mantienen vivas las entrañas de los Santos Lugares.
Hace unos días se llevaba a cabo un encuentro de peregrinos de Tierra Santa en Madrid, organizado por la Comisaría Franciscana. Una convivencia impresionante que, más allá del intercambio emotivo de las vivencias personales durante las peregrinaciones, sirvió para abrir itinerarios hacia el compromiso cristiano con quienes precisan algo más que un simple recuerdo.
En el interesantísimo intercambio de experiencias por parte de las distintas organizaciones que colaboran con Tierra Santa, la Hermandad Franciscana del Santísimo Cristo de la Humildad de Salamanca, que había sido invitada a participar en el intercambio de experiencias y comunicaciones, dio a conocer su humilde e irrenunciable vínculo a la Custodia Franciscana de Tierra Santa, como justificación de su existencia.
Otras asociaciones y ONGs, que se reparten por todo el territorio nacional, fueron desgranando su impresionante actividad, de tal modo que en aquel ambiente franciscano flotaba la necesidad de promover con más fuerza el activismo fraternal con Tierra Santa, desde una responsabilidad cristiana, seria y permanente.
Pero más allá de estas organizaciones, el mundo de las cofradías podría ser vital en el rebrote organizativo que aportaría unos resultados sorprendentes, por el importante número de cofrades que, durante los días santos, recorren el calvario de las tierras y pueblos de España.
No podemos quedarnos impasibles ante el sufrimiento de quienes mantienen en pie los lugares que físicamente nos permiten situar los pies descalzos del Hombre más trascendental que pisó la tierra en toda su historia.
Lo terrible es que las víctimas no tienen a nadie que pueda defender su fragilidad en tierras hostiles a una fe que sostiene sus pilares en el cemento del amor.
Entre los perseguidos, que no son más que invisibles fantasmas que recorren las rúas del terror, se encuentran unos seres tan especiales que viven para llevar a cabo la gran misión de la fe en tierras extrañas. Los misioneros han encontrado, en esas cofradías del dolor, las procesiones de la verdad, que llevan, en hombros de la miseria, al Cristo de nuestros días.
Quedémonos en silencio. Un silencio total que haga ruido en los adentros, hasta que oigamos nuestro nombre en quienes buscan refugio en cualquier parte del mundo, en cualquier alambrada que coarte el hambre de libertad de quienes sufren persecución por sus creencias.
¿Y todo esto tiene que ver algo con el mundo cofrade? ¿Va con nuestra esencia recordar permanentemente a quienes sufren por Cristo el acoso brutal de la sin razón de este tiempo?
Las respuestas a estas preguntas deben brotar del corazón cristiano, que nos obliga, cuando menos, a merodear por los entornos de la pasión de nuestro tiempo, hasta que irradiemos en el alma la verdadera razón de nuestra existencia.
En el compromiso de las cofradías que representan cada año la Pasión del Señor en las calles, debe caber la mirada hacia el escenario donde se llevó a cabo la salvación del hombre; debe caber cierta obligación con quienes viven la tragedia de ser cristianos en las tierras de Jesús.
Por supuesto que muchas cofradías, por las distintas provincias de España, recogen donativos para Tierra Santa, como se hace en todas las iglesias del mundo, pero son muchas, muchísimas, las que todavía no han caído en la cuenta (lo dice el Papa) de que el problema de los cristianos de Tierra Santa debe ser el problema de todos los cristianos del mundo.
Cuando recordamos la Vía Dolorosa en nuestros recorridos callejeros, es posible abrir en la memoria la geografía que mantiene vivas las huellas de Cristo y ver a nuestros hermanos sufriendo las consecuencias de seguir sus huellas, mientras mantienen vivas las entrañas de los Santos Lugares.
Hace unos días se llevaba a cabo un encuentro de peregrinos de Tierra Santa en Madrid, organizado por la Comisaría Franciscana. Una convivencia impresionante que, más allá del intercambio emotivo de las vivencias personales durante las peregrinaciones, sirvió para abrir itinerarios hacia el compromiso cristiano con quienes precisan algo más que un simple recuerdo.
En el interesantísimo intercambio de experiencias por parte de las distintas organizaciones que colaboran con Tierra Santa, la Hermandad Franciscana del Santísimo Cristo de la Humildad de Salamanca, que había sido invitada a participar en el intercambio de experiencias y comunicaciones, dio a conocer su humilde e irrenunciable vínculo a la Custodia Franciscana de Tierra Santa, como justificación de su existencia.
Otras asociaciones y ONGs, que se reparten por todo el territorio nacional, fueron desgranando su impresionante actividad, de tal modo que en aquel ambiente franciscano flotaba la necesidad de promover con más fuerza el activismo fraternal con Tierra Santa, desde una responsabilidad cristiana, seria y permanente.
Pero más allá de estas organizaciones, el mundo de las cofradías podría ser vital en el rebrote organizativo que aportaría unos resultados sorprendentes, por el importante número de cofrades que, durante los días santos, recorren el calvario de las tierras y pueblos de España.
No podemos quedarnos impasibles ante el sufrimiento de quienes mantienen en pie los lugares que físicamente nos permiten situar los pies descalzos del Hombre más trascendental que pisó la tierra en toda su historia.
Publicado en la revista digital Pasión en Salamanca: http://www.pasionensalamanca.com/2019/06/procesiones-de-la-verdad.html