NUESTRA PEREGRINACIÓN
A TIERRA SANTA
Por J. F. Santos Barrueco
Entre
los días 22 y 29 del pasado mes de Mayo, un grupo de hermanos y allegados de la
Hermandad Franciscana del Santísimo Cristo de la Humildad estuvimos de
peregrinación en Tierra Santa. La elección de la fecha no fue casual. A través
de la Custodia franciscana de los Santos Lugares, se buscaron los días en los que
el Padre Custodio estuviera en Jerusalén, para posibilitar un encuentro con la
Hermandad.
Una
semana antes del viaje nos confirmaron que nuestro guía espiritual sería el
Padre franciscano fray Teodoro López, del Centro de Tierra Santa en España, uno
de los autores de la guía de peregrinación a Tierra Santa y gran conocedor de
la Tierra de Jesús. También nos confirmaron que nos alojaríamos en las Casas
Novas, los hospedajes de peregrinos que los franciscanos tienen en Nazaret,
Jerusalén y Belén, situados junto a las emblemáticas basílicas de la
Encarnación, del Santo Sepulcro y de la Natividad respectivamente, lo que nos
permitió disfrutar de unas visitas en las primeras y últimas horas de apertura,
sin las aglomeraciones de peregrinos.
La
peregrinación nos llenó de satisfacción a todos y cumplió nuestras
expectativas. Sería muy difícil escoger los mejores momentos, que, por otra
parte, serían distintos para cada uno de nosotros. En cada lugar, fray Teodoro
nos daba las explicaciones pertinentes y nos leía los fragmentos evangélicos
relacionados con el mismo. Uno de los momentos más emotivos para todos se
produjo en el lago de Galilea. Habíamos celebrado la Eucaristía muy cerca del mismo,
en una capilla dedicada a San Juan Pablo II, junto a la iglesia del Primado de
Pedro, y después de meter los pies en las aguas del lago, nos trasladamos a un
barco que nos llevó "mar adentro". Allí, en el centro del lago,
dominábamos las dos orillas y teníamos a nuestra vista lugares como Cafarnaúm,
Betsaida, Magdala, la iglesia del Primado, la loma en la que se asienta el
Memorial de la Bienaventuranzas y Tagba, la explanada en la que se levanta la
iglesia que conmemora la multiplicación de los panes y los peces. Fray Teodoro
mandó parar los motores del barco y se produjo un silencio que nos hizo sentir
la presencia de Jesús más que en ningún otro lugar. En aquéllos parajes
transcurrió la mayor parte de su vida pública y allí "pescó" a los
que ÉL haría "pescadores de hombres". Estábamos en el mismo lago, el
único lugar que no requiere excavaciones, explicaciones o estudios
arqueológicos para evidenciar la presencia de Cristo entre nosotros, en las
mismas aguas en las que Jesús calmó la tempestad o llenó de pesca las redes de
sus incrédulos y asombrados discípulos. Fueron unos momentos para sentir esa
Presencia a flor de piel, unos minutos inolvidables para todos. También lo
fueron las Eucaristías celebradas en las tres basílicas más importantes, en la
de la Encarnación en Nazaret; en la del Santo Sepulcro en Jerusalén, en la
capilla situada junto a la edícula que cobija el sepulcro vació testigo de
nuestra fe, la capilla de los franciscanos que conmemora la aparición de Jesús
Resucitado a su Santísima Madre; y en la basílica de la Natividad, a las 6 de
la mañana, completamente vacía de peregrinos, todos junto al altar del pesebre
en la pequeña gruta en la que el Hijo de Dios se hizo hombre. Después nos
trasladamos al Campo de los Pastores, donde pudimos besar la imagen del Niño,
cantando el Adeste Fideles. La tarde del Viernes fue otro momento importante
rezando el Vía Crucis con los franciscanos por las calles de Jerusalén. Pudimos
constatar la fuerza y el respeto que impone la presencia franciscana en Tierra
Santa. Un número importante de frailes seguidos por los peregrinos recorrimos
las estaciones por una Vía Dolorosa atestada de tiendas y transeúntes, judíos, ortodoxos y musulmanes.
La
reunión con el Padre Custodio, fray Francesco Patton, fue un momento muy
importante para la Hermandad. En el convento de San Salvador en Jerusalén, sede
de la Custodia franciscana, tuvimos una reunión larga, cálida y muy emotiva.
Fray Francesco se sentía cómodo y a gusto con nosotros. Nos comentó la precaria
situación de los cristianos en Tierra Santa y agradeció la labor de la
Hermandad, demostrándonos un buen conocimiento de nuestra situación. Nos
obsequió con dos significativas reliquias, una piedra del Gólgota y otra del
Santo Sepulcro, con los correspondientes certificados de autenticidad, que
colocaremos incrustadas en la cruz a los pies del Santísimo Cristo de la
Humildad, titular de la Hermandad, para vincular la imagen y la Hermandad con
la Custodia franciscana. Por nuestra parte, el Hermano Mayor, José Manuel
Ferreira, agradeció la labor de los franciscanos en los Santos Lugares y la
importancia que para la Hermandad supone el apoyo de la Custodia. Le entregamos
una carta con el saludo de nuestro Obispo Don Carlos, unos obsequios y una
cantidad significativa de dinero, procedente de donativos que para Tierra Santa
había recibido la Hermandad sumada a la que nos habían entregado algunos
conventos.
También
es importante resaltar que recogimos 200 cruces de tau en madera de olivo, que
habíamos encargado a través de la Custodia a artesanos cristianos de Belén.
Serán las cruces pectorales que impondremos a los hermanos en la fiesta de la Hermandad,
el próximo Domingo 1 de Octubre.
La Hermandad tiene la intención de promover
estas peregrinaciones que resultan importantes para mantener la presencia
cristiana en aquéllos Santos Lugares.